Marco Huerta; ¡RECONOZCA que la mayor tragedia de la FE, ES SU INCAPACIDAD de responder las preguntas difíciles de la vida!
Jean, estudiante de filosofía. Hayward-California

Fueron las palabras entusiastas de Jean, un joven agnóstico, que después de escuchar mi charla sobre “pensamiento paulino” se acercó con el deseo de iniciar un diálogo ameno. Lo miré con aprecio y ante su inquietud le respondí:

“Eso no es tragedia mi buen amigo, mas bien, es el testimonio del MISTERIO DE SU BELLEZA, ya que la fe mas que una realidad que responde las preguntas difíciles de la vida, la fe provee SENTIDO, ESPERANZA Y PAZ en aquello que incluso no tiene respuesta alguna”.

La fe no tiene sentido alguno, para aquel que no la tiene. Dios y su verdad le es innecesario e inexistente para aquel que no ha tenido la dicha de un encuentro con el evangelio de Dios en Cristo. La verdad, es que la fe es de Dios y sólo viene de El, como misterio para llevarnos a un encuentro siempre cotidiano con su propio ser.

Sin fe es imposible agradar al Señor, porque es el acto de confianza, lo que Dios necesita para depositar la certeza de su presencia y amor. En esta iniciativa divina, la razón siempre se ve superada y las habitaciones del alma, siempre llenadas con el misterio de su amor eterno.

La fe está para darnos una visión nueva, inesperada y siempre espontánea de Dios. La fe no es nuestra, es siempre divina. No la concibe nuestro mundo cognitivo, al contrario, nuestra inteligencia siempre se ve escandalizada ante la locura de sus verdades e iniciativas.

Sin duda que la belleza de la fe viene de su centro; Jesucristo. El es el autor y consumador de la fe. Por lo tanto, Jesús es la belleza misma de la esperanza y la fuente donde se fundamenta y emana la libertad de creer en plena certidumbre.

La fe siempre es gloriosa, porque a pesar de las incertidumbres y pesares de la vida, se impone como pábilo de luz tenue, pero suficientemente fuerte para disipar la impenetrable oscuridad del temor. El amor del Padre como fruto de la fe, echa fuera el temor.

La fe es la certeza de la verdad, que se impone a la realidad circunstancial. La fe hace que todo sea temporal y llevadero. Nos hace soportar la dura lid, entendiendo que siempre nos tocará vivir un mejor mañana. Por lo tanto, la fe no es sólo gloriosa cuando las cosas que esperas suceden, en realidad, siempre es gloriosa incluso en medio del sufrimiento. La fe durante lo imponderable, provee luz y comprensión de la temporalidad de las cosas. El dolor no es eterno, pero si su paz.

Es posible que no entendamos la totalidad del misterio de la salvación, pero si es posible, a través de la fe, experimentar la fidelidad de sus promesas y las dulces consecuencias de su perdón.

La fe es dado en gracia, sin reservas ni limitaciones. La fe es dada a manos llena, en medidas rebosantes, para vivir cada día en plena alegría, sabiendo que El es fiel y que siempre está cerca.

Marco A. Huerta

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