IMG_0291Antropología bíblica sensible hacia la mujer

Dr. Marco A. Huerta

Cuando creamos imágenes antropológicas de la mujer y del varón, las creamos desde preconceptos asumidos. Hablamos de sexo débil y fuerte. La mujer mas sensitiva y el varón mas intuitivo. La mujer reflexiva y el varón automático. Algunos influenciados por la antigua cultura griega, imaginan a  la mujer con la naturaleza y al hombre con la cultura. La mujer es el corazón y el varón el cerebro. La mujer emocional y el hombre cerebral. La mujer mas doméstica y el hombre mas público. Este tipo de estereotipos ha traído mas complejidades que mutua solidaridad; desigualdad mas que complementarismo. Al marcar estas diferencias redundantes, hemos admitido sociedades desiguales donde el machismo se impone y el feminismo se resiste.

Dios nos hizo a su imagen, y en el desborde de su creatividad nos hizo como diferentes realidades ontológicas. Realidad disímil, con el fin de descubrir la belleza y la originalidad que nos separa y a la vez nos une. En el amor descubrimos no el mito que nos rodea sino el misterio divino que nos hace uno. Definitivamente el estar consientes de las diferencia no constituye algún tipo de problema. La complejidad se desborda, cuando desde esa diferencia establecemos límites, desigualdad y topes.

A la hora de delegar responsabilidades y mejores escenarios de liderazgo, surge la idea de que la mujer es “demasiado emocional” para algunos tipos de roles. El mensaje que trasmitimos es indebido, ya que presentamos las emociones como inoperante debilidad, mas que notable virtud. Vale señalar que los argumentos usados para delimitar el ministerio de la mujer, algunos están mas basados en conclusiones estereotipadas que teológicas.

El desafío es mirar a la mujer y al varón desde una solidaria antropología bíblica. En esta antropología confirmamos nuestras evidentes diferencias, pero también descubrimos nuestra mutua primigeneidad, originalidad y solidaridad.

Si hay un pasaje antropológicamente sensible, definitivamente es Génesis 1:27; Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. La antropología teológica que nos resulta de este pasaje tiene tres fundamentos. Como primer fundamento está el énfasis de que el hombre es un inteligente diseño con propósito existencial, donde ser-varón y ser-mujer, representan íntegramente el misterio divino; Dios los diseñó, los creó y puso en ellos el testimonio de su existencia. Un segundo fundamento es la complementariedad; tendríamos una antropología incompleta y equivocada, si consideramos al varón mayor que la mujer. La antropología pierde su horizontalidad científica y teológica, cuando fomenta alguna cualitativa desigualdad. Un tercer fundamento antropológico tiene que ver con redescubrir las imágenes paternales y maternales de Dios, con el fin de resaltar la expresión pura del varón y mujer, que logran ser un perfecto y pleno escenario de la revelación de Dios.

Entendemos que la mujer tiene el don de concebir y una notable habilidad de criar a los hijos. Es capaz de asumir varias modalidades a la vez; profesional, ministro, administradora del hogar, criar a los hijos, ser el principal apoyo del marido (como el marido hacia ella), entre muchos otros modos de ser, que los vive con audacia y decisión. Sus virtudes no son caracteres débiles, al contrario, son grandiosas habilidades idóneas.

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