La MUJER como mensaje
Dr. Marco A. Huerta
“No es bueno que el hombre este sólo”; que palabras mas acertadas para saber que la mujer es un ser necesario. Su feminidad como amparo, es fruto de su verdadera idoneidad. Nunca puede estar descartada, ya que es el misterio mismo de la solidaridad divina hacia el varón. Dios la pensó y la diseñó para que el ser masculino se viera divinamente acompañado.
La mujer en toda su autenticidad es ícono de la esplendidez del amor. Es epílogo final de la creatividad de Dios. En el empoderamiento divino ha sido dotada de fuerza para sostener las mas profundas y nobles benignidades. Es símbolo de virtud, símbolo de lucha tenaz y atrevida. Sin duda Dios la hizo atrevida; atrevida para vivir intensamente su auto-entrega.
La mujer no es un mensaje forzado ni mucho menos una homilía impostora. Su mensaje está para ser escuchado y atesorado. Ella misma es una parábola de la verdad; pero cuando la mentira sale de ella, es porque ha bebido el brebaje del sufrimiento, dolor, la desilusión y la injusticia. Sin embargo, en su abandono a Cristo vuelve a sentirse acogida y amada, siendo esa experiencia su esperanza misma que nunca la avergüenza, que nunca la abandona.
La mujer en su seguimiento a Cristo, descubre que ha sido llamada a la libertad. No hay nada que pueda detener las alas de su feminidad redimida. Es libre para amar y digna de ser amada. Como dice el proverbista “fuerza y honor son su vestidura, y se contenta de lo por venir”.
La mujer es un mensaje que lamentablemente se descuida. La cultura presente construye falsas imágenes de lo femenino. La lucha absurda de poderes, el reclamo barato de espacios y la feminidad masculinizada sólo son producto de la falacia. La mujer no necesita de tal falacia y ofertón mercantil, ya que para sentirse completa, solo necesita disfrutar y vivir con libertad y alegría la feminidad, que como don divino se le ha dado en abundancia.
Transitamos en una cultura construida desde la frialdad técnica, donde el mosaico de virtudes se ve cada vez tenue, mas vaporoso, que pareciera sólo conformarse con lo fingido y lo efímero. La ternura del momento, la bella pausa de un suspiro, la sonrisa y el diálogo natural se ha cambiado por relaciones abstractas, donde se lee lo “texteado” sin tocarnos el alma.
Hoy abundan las injusticias, los proyectos ciegos y el anacronismo. Abunda el descuido que lastima la docilidad de la mujer y que trata día a día de empequeñecerla. El libre mercado falsea el amor, la familia y el honor. El sistema la adormece para que no sea constructora de valores, sino consumidora del mercado.
Pero la mujer cuando se haya amada en Dios, se siente auténtica, renovada y completa. Su elegancia no depende de la moda, sino de la virtud que de sobra despliega. La fuente de su estima propia se alimenta de cómo Dios la ve. Cristo le es suficiente.
La mujer al sentirse redimida, descubre que es un mensaje de un Dios creativo. Cuando fue formado el varón, el creador fue artesano, pero cuando hizo a la mujer, el creador fue artista. Sin duda el artista divino desplegó su mas graciosa creatividad. Dios presumió su gran dote al hacer a la mujer de belleza insondable y maravillosa. Sin duda la mayor de los dones del Señor.
No sólo es ella un mensaje de belleza exterior, tambien es belleza interior que engalana, ennoblece y justifica su existir. La mujer por fuera o por dentro, presente o ausente, en diálogo o en silencio, en su niñez, juventud, adultez y vejez, es absolutamente bella. Como bien dice el proverbista “más bella que las piedras preciosas”.
Que rectora mas perfecta de la vida es la mujer. Custodio y amparo de lo masculino. Vaso frágil le llama el texto sagrado; fragilidad no interpretada como débil sino como elevada fineza y elegancia sin igual. Es un ser inteligente, de mirada enigmática, llena de sueños peregrinos que la hacen protagónica en los distintos actos de la vida; hija, hermana, amiga, amada, esposa, madre, abuela y compañera.
¿Qué tiene la feminidad que es capaz de conjugar tanto mensaje de lo divino? ¿Cómo puede la mujer como realidad temporal, esconder lo eterno? Sin duda que lo femenino es parte del paisaje de lo divino. Es el asombro del Génesis nunca superado. Es la confianza de Dios para verse fielmente representado.
La mujer es un misterio que imagina y a la vez logra crear los momentos. Sus palabras sazonadas de ternura hacen aquietar las pesadillas. David usaba el arpa para sosegar los tormentos del Rey, pero fueron las palabras de una mujer llamada Abigaíl las que doblegaron su propia ira.
La mujer encuentra el sentido de su misterio en su fidelidad a Cristo. En él evangelio de Dios está eternamente acogida y amada. Jesucristo es su plenitud y el ideal mas puro de existencia. Ser como Cristo se constituye en el eje de su mas grandioso descubrimiento, sentido existencial y aventura. Vestir su feminidad de la incorruptibilidad de Cristo es su mayor esperanza venidera.
La mujer es la belleza reservada al final. Es el buen vino. Hermosea el hogar que la cuida, respeta y ama. No se resiste a la ternura sincera y al amor que con humildad se le acerca. Es fiel cuando se siente amada. Es digna de respeto, aprecio y admiración. Es símbolo de fortaleza y acompañamiento. El indigno e injusto podrá someter su cuerpo, pero nunca dominar su alma. Dios la hizo con certezas, y aunque pareciera que se quebranta ante la frivolidad y la farsa, siempre vuelve a nacer.
Escribo del ser llamado mujer, desde la admiración nunca cesada, el amor como fruto presente y desde la alegría siempre desbordada. Escribo como varón favorecido que disfruta la feminidad que como llamarada de ternura, cada día me rodea, me mantiene en bien y protegido. Escribo asumiendo que a pesar de los descubrimientos de su misterio, recién estoy en su periferia, recién estoy en el inicio.
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