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Prudencia como acto de santidad

Dr. Marco Huerta

Hace unos días una amiga me señalaba que en una iglesia disciplinaron a varios jóvenes por bailar en un matrimonio, donde aparentemente habían personas cristiana y no cristianas. Sobre este asunto hay dos cosas que me llaman mucho la atención; primero, la falta de soluciones creativas y asertivas que muestra nuestro liderazgo cuando enfrentar este tipo de dilemas. Las soluciones legalistas, tan poco restauradoras y proactivas, sólo dañan al cuerpo de Cristo y crean un profundo cisma para con nuestra generación joven que espera ser encaminada y enseñada en un ambiente de comprensión y confianza. pero por otro lado, pienso en aquellos jóvenes que disciplinaron, como hay muchos, con una falta de luz de lo que significa la prudencia en el reino de Cristo. Definitivamente, hay una generación con una profunda falta de entendimiento de lo que Pablo aconseja; “Todo me es lícito, mas no todo conviene: todo me es lícito, mas no todo edifica” (I Corintios 10:23).

Quiero reflexionar sobre la santidad para contribuir a nuestro entendimiento bíblico de este tema tan polarizado; desde el legalismo, hasta los que reducen la santidad a un asunto de auto consciencia. He entendido que cada generación en nuestra sociedad, le baja el perfil a las normas y valores que la anterior mantuvo en alta estima. Cada generación que surge es mas permisiva que la anterior. La sociología urbana dice que las generaciones nuevas van deshumanizando los valores que la generación anterior afirmó. De una u otra forma, nuestra nueva generación de jóvenes cristianos puede verse lidiando también con este mismo conflicto y ser mas abierto, atrevido y permisivo que la anterior generación. Pienso que para los que trabajamos en el ministerio y vemos está tensión, nos ayudaría mucho replantear y redefinir nuestro concepto de santidad. Hay pensamientos que necesitan ser libres de legalismos sin sentido y hay principios absolutos de la Palabra que necesitan ser confirmados. Una entendida conciencia bíblica sobre santidad nos daría mejores armas para encaminar a nuestra generación joven a ser definidos discípulos de Cristo.

Desde mi plataforma como maestro y mentor, es mi profundo interés bendecir a cada joven y ministro con lo que a continuación explicaré. 
Quiero comenzar con afirmaciones escriturales;

En Proverbio 14:16, dice; “el hombre sabio teme y se aparta del mal…”, en este texto la expresión “del mal” en hebreo es עָרמ mro, esta expresión hebraica se puede interpretar como “mal” o “no dar el fruto deseado”. Me gusta mucho esta última definición de mro como algo que no da el fruto deseado. Sobre lo expuesto, podríamos leer el texto desde el siguiente sentido original; “el hombre sabio teme y se aparta de lo que produce un fruto no deseado…” (Prov. 14:16). Que importante debe ser para nuestra generación el llamado a ser gente sabia, porque el sabio siempre generará un fruto correcto, prudente y deseado por el Padre.

Uno de los frutos de la santidad es la sabiduría, discernimiento y la prudencia. Un joven con un claro entendimiento de la santidad sabe discernir, no sólo lo malo de lo bueno o el pecado de lo sacro, sino también lo ocioso de lo productivo, lo necio de lo sabio, lo imprudente de lo prudente.

Otro texto importante para considerar, se encuentra en Prov. 16:21; “el sabio corazón es llamado entendido…”. La palabra “entendido” en hebreo es ןבנ nbun que significa “entendido o prudente”. Somos llamados a ser una generación entendida y prudente. Una generación santa no es solamente una generación que se aleja de los pecados que ofenden a Dios, sino de las acciones aparentemente no malas ni mucho menos pecaminosas, pero que reflejan un corazón no sabio, prudente ni mucho menos entendido.

En I Corintios 10:23, Pablo declara lo siguiente; “Todo me es lícito, mas no todo conviene: todo me es lícito, mas no todo edifica”. El apóstol usa dos expresiones interesantes; 
(A) “no todo conviene”: esta expresión viene del griego ου παντα συμφερει ou panta simferei, y es rica en interpretación y significado. Se puede traducir como; “no todo es mejor, no todo es útil, no todo es bueno, no todo es provechoso, no todo compatibiliza, no todo esta de acuerdo, no todo está en sintonía”. La riqueza lingüística especialmente del término simferei enriquece nuestro entendimiento de este texto. Hay cosas que tienen apariencia de inocencia, niñería, juego, algo ocioso o benigno, pero es simplemente un acto que no está en sintonía con lo que verdaderamente es nuestra naturaleza en Cristo. 
(B). “no todo edifica”: en griego es ου παντα οικοδομει ou panta oikodomei, esta expresión también es rica en su interpretación porque significa “no todo construye, no todo levanta, no todo fortalece, no todo desarrolla”. Para entender está afirmación, primero consideremos otra declaración de Pablo en I Corintios 3:10; “Conforme á la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima: pero cada uno vea cómo sobreedifica”, tenemos la responsabilidad de sobreedificar, y hay cosas que nos ayudan a edificar y otras no. Ahora, ¿qué sobreedificamos? sin lugar a dudas que el reino de Cristo en nosotros. Edificar el Reino no sólo es ir a la iglesia y hacer lo que hace un cristiano devoto; cantar inspiradamente en el culto, escuchar el mensaje dominical, dar sus ofrendas y diezmos y participar con orgullo en un ministerio de su iglesia. Nuestra responsabilidad de edificar es extensa e intensa. El reino se edifica en nosotros, y con nuestro testimonio de gente redimida y con sabiduría de lo alto, la exponemos al mundo. Toda acción, hasta nuestro mas íntimo pensamiento debe ser una reproducción fiel de la persona y mensaje de Jesucristo. De esta manera edificamos el reino de Cristo.

Cuando Pablo dice “no todo edifica”, se refiere a lo que contribuye a la edificación de la naturaleza de Cristo y el mensaje de su reino en nosotros. 
En conclusión la expresión “no todo conviene” o “no todo edifica”, apunta dos dimensiones de responsabilidad; “no todo conviene” porque no generará el fruto deseado ni mucho menos compatibiliza o está en sintonía con el reino y su mensaje; y “no todo edifica”, porque no contribuye a la construcción o desarrollo del testimonio del reino en nosotros, que se debe expresar hacia los demás.
 Me da un poco de pesar saber que algunos jóvenes, y adultos también, son estorbados o disciplinados por asuntos tan pequeños, que podrían evitarse si existiera una pequeña dosis de sabiduría y prudencia. Hay cosas que no se resuelven, respondiendo si es pecado o no una determinada acción; definitivamente, hay acciones que son pecado y ofende a Dios y su santidad, pero hay acciones que no son clasificadas, probablemente como pecado, sin embargo no debemos hacerlas; de lo contrario demostrarían nuestra falta de entendimiento al mensaje del Reino. Tenemos tanto que aprender de lo que significa el “Evangelio del Reino”. Hay una persona llamada Jesucristo que debemos seguir e imitar. Hay un mensaje que debemos entender, observar y darlo a conocer, especialmente con nuestro vivir consecuente.

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