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Detrás del ganado

Dr. Marco A. Huerta

Me resulta profundamente solemne estas palabras del profeta, oriundo de la pobre aldea de Tecoa; “Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: ve a profetizar a mi pueblo Israel” (Amos 7:15). En esta remembranza es notable la sensibilidad de Amos, al presentar imprescindiblemente a Dios como el impulsor fundamental de su vocación y encomienda. Es parte de su iluminada y renacida vida, que le hace no olvidar su humilde origen en los apartados límites del desierto de Judá, de donde Dios lo llamó.

Dios lo ha llamado para ser su profeta. Ha sido elegido, no por mérito alguno o por especiales idoneidades, sino por la sola soberanía de Dios, que se reserva siempre el derecho divino de elegir a quien quiera. Dios es soberano en llamar a quien desee al ministerio y no hay mérito previo que condicione su elección. Es mas, nadie de los santos del Antiguo Testamento o del Nuevo, y aún más, los que hoy tenemos la dicha de ser llamados al ministerio, merecíamos tal honor.

Lo maravilloso del misterio de la elección, es precisamente la falta de alguna previa condición para llamar. Sin duda, que Dios debe ver en la vida de sus llamados al ministerio ciertas dimensiones y características, que más que aptitudes o ciertos ingenios, son los ideales de la fidelidad y la anhelada oportunidad de servir, las que siempre se considerará. Pero a pesar de nuestras sinceras motivaciones, debemos siempre reconocer, que Dios nos ha llamado por el puro afecto de su voluntad.

Amos dice de sí, que era boyero o cuidador de bueyes y recolector de hijos silvestres. No hay mas datos bíblicos, que nos hablen de alguna cualidad o prestancia en Amos. Lo que si es claro, es que respondió diligentemente al llamado, reconociendo que Dios lo llamó estando en una condición muy humilde; “detrás del ganado”. Amos no puede olvidar su humilde pasado. Su ayer esta en su mente y olvidarlo sería demostrar una vana soberbia y una pobre comprensión de la soberanía de Dios. 


De vez en cuando, debemos hacer sinceras reminiscencias de donde nos tomó el Señor. No nos olvidemos que todos hemos tenido un inicio humilde e ingenuo. Recordemos que todas las grandes obras primeramente iniciaron con pequeñas y abstractas pinceladas. La grandeza que se olvida de su pequeño ayer, es vana y vacía. Sin embargo, da la impresión que algunos desatienden este pequeño principio sensato, olvidando con facilidad sus primeros pasos. Pareciera que los logros ministeriales o académicos, pudieran aturdir nuestra cordura, haciéndonos pensar que siempre hemos estado en ese nivel exitoso. ¡Necesito ser menos accesible y mas selectivo! Me señalaba un académico que experimentaba cierto éxito ministerial. Entiendo que debemos ser sabios a la hora de formar relaciones saludables en el ministerio, sin embargo, está dinámica válida de filtrar las relaciones interpersonales, no la debemos transformar en una acción más bien selectiva y descalificadora. Sin duda, que todos deseamos ser exitosos y no hay nada malo en ese sentir, sin embargo, manejemos de manera correcta la experiencia de éxito, ya que ha mayores logros satisfactorios y placenteros, mayor debe ser nuestro corazón humilde, accesible y agradecido.

Tenemos el gran desafío de encarnar la calidad ministerial de Jesús. En él descubrimos que la más bella posición y noble asignación, siempre será el es ser siervo del Señor y hermano menor de mi prójimo. Sin duda que considerarnos hermanos menores de los demás, es un nivel de dignidad y de identificación Cristo céntrica que “desintegra” todo impulso altivo. En la teología de la humildad de Jesús, podemos contemplar la gracia como la causa fundamental de todo lo que somos y lo que hemos logrado. Sin duda que Amos conoce la teología de la humildad, es por eso que encuentra dignidad al decir; antes de ser profeta, era sólo un recolector de higos y cuidados de bueyes.

El éxito ministerial, los logros académicos y las posiciones de honra eclesiástica no son el problema, al contrario, están para nuestro gozo en el Señor. Sin embargo, al vivir estas experiencia de gozo y satisfacción, nunca debemos olvidar que todo ha sido por su gratuidad divina. Seamos cuidadosos, teniendo bien anclado nuestro juicio a la gracia, de lo contrario, el orgullo o la egolatría, nos abandonaría a una funesta vanidad, lejos de la dignidad de ser siervos mansos y humildes como el Príncipe de los Pastores.

Reconozcamos que todo ha sido por él. La historia de nuestro peregrinar ministerial, tiene un protagonista principal; Jesucristo y su gracia. Iniciamos por gracia, nos mantenemos por su gracia y terminaremos nuestra jornada con dignidad en su gracia. La gratuidad divina es el soporte fundamental de todo lo que somos y tenemos. Nuestros ministerios han tenido como abrigo su amor, gracia, misericordia y fidelidad, y eso siempre lo debemos reconocer. Debemos ser humildes y reconocer, que él nos llamó por el puro afecto de su voluntad, y que fue él, quien nos tomó de detrás del ganado.

 

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