compras-300x279Virtudes esenciales en medio de una cultura de consumo


Dr. Marco A. Huerta

Estas son las idóneas fechas donde los modelos económicos hacen su mejor y prolijo maquillaje a la crisis. Las luces ofertonas, los mejores datos de compras y porcentajes bajos, nos incitan a salirnos del presupuesto y gastar hasta lo que no tenemos.

El gran escenario que ofrece el libre mercado se va condicionando no sólo a los gustos, necesidades y caprichos del consumidor, sino también a lo que puede o no acceder. La idea es no perder ningún devoto cliente. Quizás para el mercado, no estamos en la categoría de “clientes gordos” que pueden comprar un yate, pero si un bote inflable. La idea es que todos consumamos algo.

Debemos reconocer que vivimos en mundo donde la crisis económica condiciona la vida de millones de personas. La crisis de millones no es un hecho casual. Es definitivamente la consecuencia de una economía centrada no en el bien de todos, sino en el de algunos. Esto para nada es nuevo, mas bien, es una realidad desgastante que arrastramos desde mucho tiempo.

Pero a pesar de la crisis, seguimos recibiendo una seductora invitación para asistir a las grandes catedrales del gasto. Definitivamente tomar esta invitación a la gran fiesta de consumo y despilfarro, significa ponernos en el  centro de la cultura del consumo, alucinándonos con el brebaje del individualismo y hedonismo. Si no discernimos esto, podríamos estar dando nuestra devoción al consumo mas que a otra noble causa.

La economía está para satisfacer los deseos y las necesidades de los consumidores. Pero la economía presente se rinde a los grandes sistemas e intereses, a tal grado que al ir a comprar, los vendedores de cualquier tienda tienen la capacidad de crearte nuevas necesidades y deseos. Terminas comprando lo que no tenías en mente y probablemente lo que carece de necesidad primaria. 

No estoy diciendo que no debamos comprar nada en estas fechas, al contrario, honremos a nuestros amados y amigos con bellos presentes. Sin embargo, tengamos siempre como fundamento en nuestra concordia, las virtudes esenciales del Evangelio; amor, fe y esperanza, siendo el mayor de ellos el amor (I Corintios 13:13)

En este mes, no seamos parte de la fiesta del gasto innecesario. No nos embriaguemos con hedonismo. No nos dejemos atrapar por el invento de necesidades y deseos. Hay cosas que no son importantes ni mucho menos necesarias.

En este tiempo estemos enfocado en lo esencial que es compartir el amor, la fe y esperanza. Abramos nuestro corazón a los que no tienen. Presentemos a Dios nuestra sensible plegaria por los que han perdido todo; por los abandonados, los perseguidos y olvidados; por los que no tienen que comer, por los que no tienen voz, por las víctimas de maltrato, secuestro o tráfico, por los desahuciados, por los desplazados y por todos aquellos que no tendrán una noche buena. Si hay espacio en tu mesa, invita a alguien que ha sido privado de todo bien. Si puedes comprar un presente mas, cómpralo a un niño que no podría disfrutar lo que tus hijos disfrutarán. Si has envuelto todos los regalos, ahora desenvuelve tus mejores virtudes con libertad y gozo.

Aprovecha la sensibilidad de todos para compartir la narrativa del Evangelio. Antes de disfrutar la cena recuérdale a tu familia e invitados que Cristo es el maravilloso suceso de la encarnación de Dios. Es el testimonio del amor autodonado de Dios al llamarse Emmanuel. Es el irrumpimiento de la santidad de Dios en la historia del hombre. Declara que el Evangelio es Cristo, que en perfecta obediencia al Padre muere en la cruz del Calvario y por la gloriosa operación del Espíritu Santo resucita, en conformidad con las Sagradas Escrituras. Quien vive y reina aseidalmente, y todo aquel que cree en El, es restaurado a una nueva y salva humanidad, viviendo en eterna amistad y paz para con Dios.

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