La familia cristiana
Dr. Marco A. Huerta
La intimidad como la dinámica pura de la entrega, su espiritualidad y la custodia de la fidelidad en rostro masculino y femenino, son entre otras, riquezas de su notable originalidad. La familia cristiana se ve perfecta no porque sus integrantes sean perfectos, sino porque los habita lo perfecto. Somos personas imperfectas, viviendo realidades imperfectas, pero procurando caminar en lo perfecto que es Cristo y su mensaje. La familia cristiana es llamada a ser el idóneo escenario donde la gracia divina puede verse perfectamente irradiada. En el núcleo de la familia cristiana, la espontanea expresividad del amor se entreteje en la gratuidad de acciones incondicionales.
Sin duda que la sociedad de hoy no ve con elevada generosidad esta apreciación. La cultura contemporanea con pretensiosa soberbia, propone una de-construcción de todo sistema que ha mostrado una idea íntegra del ser humano. No sólo debe de-construirse, tambien debe ser declarada como una realidad transitoria e incluso innecesaria. Esta visión mal llamada progresista, lo único que propone de manera poco original es la mirada utilitariana de la familia.
Pero para seguir manteniendo el magnanimidad de la familia e irradiarla al mundo presente, no como imagen que debe imponerse, sino como un proyecto divino que se ofrece con humildad; debemos reforzar sus definitorias conclusiones teológicas:
- La familia presupone un imaginario divino inteligente. Dios creó al varón y la mujer, con el propósito esencial de transformarse en una perfecta presentación de su gratuidad divina. En esta presentación, la familia cristiana es llamada a ser el idóneo escenario, donde la verdad, el amor y la fidelidad se expresan en plenitud (Génesis 1:26-28, 5:1-2, Isaías 43:7)
- La familia se edifica desde el Evangelio. Las implicancias del Evangelio de Dios están para ser apreciadas y vividas. Es en la familia donde dichas implicancias puede ser inculcadas como anhelados ideales. La familia es llamada a transformarse en una notable expresividad de la dinámica del Evangelio: amor y entrega (Efesios 2:10, Salmo 127:1)
- La familia custodia el amor verdadero. El amor Surge de válidos sentimientos recíprocos, creativos y libremente espontáneos. Cuando la familia ancla todas sus experiencias desde el Evangelio, tiene la dicha de vivir el amor en toda su integridad. El amor se expresa y concibe todo lo que es capaz de dar a luz. Se ama en intensidad y exclusividad. No es una experiencia egocéntrica ni mucho menos transitorio. Es estable y sensible, haciendo de nosotros “seres para otros” (I Corintios 13:4-8, Efesios 5:25-33)
- La familia revela la armonía del misterio divino. las personas de la deidad, existen eternalmente el uno para el otro. El amor como distintivo de su naturaleza es la realidad vital de su indivisibilidad. No pueden separarse ni mucho desestimarse. Así mismo, la familia cristiana es llamada a ser una expresión de esa realidad indivisible. El testimonio de la perennidad del amor se anida en el núcleo de la familia que ama el Evangelio (I Juan 4:7, Hebreos 13:4, I Corintios 1:11)
- La familia construye los valores cristianos. En el seno de la familia se van formando una generación constructora de valores y no consumidores del mercado. La familia construye, a través del compromiso cristiano con la comunidad de fe, los valores y principios que son manifestados al mundo adolecido. Los valores asumidos con alegría, son provisto por Dios a través de su Palabra (Salmo 111:10, 119:9-16, 128:1-6)
- La familia como instrumento de la Missio Dei. La familia es el espacio donde el Evangelio es recibido, comprendido y anunciado. Los principios del Evangelio de Dios son enseñados a través del ejemplo cotidiano. La familia cristiana como anunciadora del Evangelio, se transforma en una parábola del amor divino. La familia puede generar el perfecto ambiente donde se explique, se viva y se irradie el Evangelio (Deuteronomio 6:6-7, Mateo 5:16, Malaquías 2:14-15)
- Un hogar constituido por mamá y abuelos; papa soltero o mamá soltera; abuelos o tios como custodios, son también familias donde el plan de Dios se interpreta y se vive con libertad y alegría (II de Timoteo 1:5). En Cristo todas ellas son familia completas y llenas de propósito.
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