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Lo masculino y femenino revelan el misterio de lo divino

Dr. Marco A. Huerta

Si bien es cierto, pensar en lo divino constituye un gran desafío que supera toda razonabilidad, sin embargo, esto no significa una imposibilidad para entrar en una relación accesible y significativa. El acceso a Dios es posible, ya que Él toma la iniciativa de ser menos distante, escurridizo y ausente, para ser más cercano y relacional. Es probable que muchas cosas de Dios no logremos entenderlas, pero si es seguro que una relacion profundamente estimulante es posible cultivar.

Dios se toma de diferentes medios para pasar del misterio a una realidad cognoscible. Uno de esos medios es la misma creación, que da testimonio de su existencia. Dios es la fuente de todo lo que existe, y a la vez, el sustentador de lo existente (Hechos 17:22-31). No hay nada que no haya sido llamado a existir, fuera de la voluntad de Dios y de su inteligente propósito. Las cosas creadas son una realidad visible que revelan el misterio de su ser. La incomprensibilidad del misterio divino se hace conocible en la comprensibilidad de lo visible[1].

Definitivamente Dios al crear, no lo hace desde un acto improvisado o carente de un meta-propósito. Las cosas creadas, son una expresión visible del misterio de lo invisible. Todo lo creado está dotado para dar testimonio del misterio del creador. Pablo declara; “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20, VRV del 60)

Ahora, si la creación es vista desde este aprecio, cuanto más la humanidad, que revela el misterio del imago Dei. Si todo lo creado da testimonio del creador, cuanto más el varón y la mujer, como creación y testimonio del misterio del ser de Dios.

Las Escrituras señalan que el hombre fue creado por Dios (Génesis 1:26), como ser varón y mujer (verso 27). El hombre como varón y mujer, es una expresión fiel y completa del misterio de Dios[2]. No es una revelación segmentada, sino íntegra. No existen medidas desiguales; decir que el varón tiene imágenes más cercanas a Dios, como expresión de la revelación del misterio de Dios, es un error de exégesis y de interpretación. La mujer como ser femenino, es un perfecto y completo depósito de la revelación del imago Dei. También Dios se revela con rostro de mujer.

Tanto en lo masculino y femenino, vemos el visible testimonio de la soberanía, creatividad y santidad de Dios. Tanto lo masculino y lo femenino son creados como inteligentes expresiones ontológicas, con el fin de ser perfectos custodios de la imagen y semejanza de Dios. Ninguno es mayor que el otro, ya que los dos representan el pináculo de la obra creativa de Dios. Crear limitaciones entre lo masculino y femenino, es asumir que una de estas ontológicas realidades, es una expresión limitada de la creatividad de Dios. La teoría de la desigualdad se aleja del sentido primigenio de las Escrituras, encontrando más nido en las reflexiones reduccionistas venidas del mismo machismo y algunos nefastos feminismos.

El autor de lo masculino y lo femenino es Dios, y como autor, su firma es evidente tanto en el varón como en la mujer. Todo esto adquiere dimensiones cualitativamente mucho más poderosas; el varón y la mujer descubren en el Evangelio de Dios en Cristo su primigeneidad y originalidad. El pecado ha limitado severamente la posición del varón y la mujer en los propósitos divinos. Pero Jesucristo viene, no sólo ha resolver un problema existencial, sino también esencial. El imago Dei en el varón y la mujer, es restaurada en Cristo. Las imágenes desdibujadas por el pecado y la vida alejada de Dios, son nuevamente alineadas en Cristo. Tanto el varón como la mujer vuelven a ser hechuras de Dios, creados a la imagen de Jesucristo (Efesios 2:10).

La mujer cristiana entiende que en Cristo es una expresión de la belleza creativa de Dios. No podríamos mirar a la mujer cristiana desde otra contemplación, que no sea desde la gracia y la santidad. La mujer en Cristo está siendo llevada a la plenitud de la vida. Si bien es cierto, existen diferencias bio-funcionales con el varón (como la belleza de custodiar dentro de sí, la vida del que está por nacer), pero en esencia el varón y la mujer son perfectamente complementarios. El rostro masculino y femenino de la imagen de Dios en los creyentes, es el mejor rostro visible, después del rostro de Jesucristo como misterio visible de lo divino.[3]

La primera referencia dignificadora al hombre como ser varón y mujer se encuentra en el primer capítulo del Génesis; “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1:26). En esta declaración, se presenta al ser humano como una expresión viva y visible, que sin reserva alguna, es diseñada como testimonio de la imagen divina e invisible de Dios. La imagen de Dios y la semejanza de su ser, son plasmadas perfectamente en el hombre como ser-varón y ser-mujer. Lo masculino y femenino participa de la inmortalidad sembrada por parte de Dios. Participamos del esplendor infinito de su naturaleza. Nuestra dignidad como seres no es resultado de alguna construcción social, ni mucho menos de alguna definición filosófica del sujeto. La dignidad viene del reconocimiento de que todos, varón y mujer, somos criaturas de Dios.

¿Qué valor tiene para la misio Dei la mujer y sus bellos atributos femeninos? ¿Si confió Dios en una mujer, para introducirla en el proceso encarnacional, podrá confiar para incluirla en funciones y responsabilidades eclesiásticas, hasta ahora sólo realizadas por hombres? ¿La forma en la cual ha dictaminado una denominación, las funciones ministeriales de la mujer, es un fiel reflejo de la confianza que tiene Dios hacia la mujer? ¿representan las políticas ministeriales de la iglesia, la confianza que tiene Dios en la mujer?. Redimamos la imagen de la mujer, invitándola a caminar en escenarios de honor y responsabilidad eclesial. Estemos sensibles a sus capacidades propias y confiemos que ellas también pueden edificar y perfeccionar a los santos para la obra del ministerio.


[1] Dr. Daniel Vega. Comprensible incomprensibilidad. Apuntes de Filosofía. Pag. 13. 2011. El Dr. Vega señala que la existencia, obedece al deseo de Dios de que las cosas sean un testimonio evidente de su existir. Vega le llama existencia como soporte revelador, ya que lo existente no sólo está llamado a existir, sino también a revelar la fuente de su existencia.

[2] Francis Quispe. El hombre y un misterio escondido. Apuntes Ecuménicos. Facultad Luterana de San José-California. Pág. 13. 2012. El Dr. Quispe ha desarrollado toda una teología del hombre como depósito del misterio de lo divino. Sus contribuciones han sido contundentes en áreas como racismo, injusticia social y criminalización en la leyes de inmigración. Quispe insiste en ver al hombre desde sus posibilidades redentoras, con el fin de descubrir su dignidad y valor como criatura de Dios.

[3] Jame Roo. Imago Dei. Cuaderno teológicos. Serie teológica. Pag. 7. Seminario Reformado de San Jose, California. 2010.

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