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¿JESÚS, un moralista?

Dr. Marco A. Huerta

JESÚS no fue un moralista, como tampoco fue un devoto de la entronización de la autonomía del pensar; ni tampoco un fundamentalista del decaído sistema cultual o un simple negociante charlatán de quimeras. Mas bien, Jesús debe ser imaginado de acuerdo a la tradición de los Salmos y los profetas; un mensajero de una renovada e iluminada manera de vivir con Dios y con el prójimo. 

Aparece Jesús con un mensaje de esperanza, que llenaba plenamente los corazones de aquellos que le escuchaban. Un mensaje que no se centralizó en el templo sino en el hombre. Una antropología redimida, ya que el hombre está en el centro de su quehacer ministerial. Los del templo, construían una liturgia que giraba en torno a sus intereses, y aunque ante el pueblo se presentaban como ícono de la piedad verdadera, Jesús era magistral en exponer su desvergonzada comedia.

Pero Jesús no es un moralista, por lo menos no lo es, en el modelo de los presumidos religiosos de su tiempo. Sin duda, que Jesús no circunscribe la fe a un sin fin de moralismos, sin embargo, aunque la fe de Jesús trasciende lo moral, esto no significa que la excluye. En el mensaje de Jesús, de alguna manera, está contenido lo moral, especialmente la moralidad fértil que logra concebir la novedad de la libertad, justicia y amor. Es en esta sencilla conjunción, donde nuestras vidas, nuestro prójimo y todo nuestro entorno (familia, trabajo, servicio, profesión, espiritualidad, creación, etc.) adquiere sentido misional. Este sentido misional es iluminador, ya que nos ayuda entender, que su evangelio no nos ha convertido en una singularidad, unos iluminados ermitaños o extraños renacidos timoratos ente un mundo perverso y malo. Aunque el mundo, en varios aspectos es perverso y malo, Jesús no me imagina apartado de el, enajenado o distanciado, sino siendo parte de su agonía; No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Pero siendo parte de su agonía, no para agonizar con el en su tragedia, sino para ser en su oscura existencia, esas benditas metáforas; luz y sal. Por lo tanto, descubramos que la misericordia es abrazar con el corazón la miseria del otro, y aunque aquellos sean abismalmente diferentes, sin embargo, al descubrir la novedad moral de Jesús, aquellos que para la decaída religiosidad no son dignos de ningún bien de lo alto, son a los que debo de manera nítida, intensa y brillante, irradiarles la luz de Dios.

¿Qué moral propone Jesús? la moral que nace del amor, justicia y libertad, de lo contrario sería su mensaje anacronismo puro y legalismo maquillado, una copia de la supuesta piedad de los religiosos de su tiempo. Como comunidad de Jesús, debemos vernos en plena alegría interpretando y viviendo el amor, la justicia y la libertad que Cristo no ha dado, no como una limitada ración que debes atesorar y guardar, al contrario, su gracia no sólo es inmensurable, sino que también en su suficiencia y gratuidad es desbordante, con el fin de ser compartida a otros de manera desprendida y generosa; “…de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8).

La moralidad que se impone sin amor y justicia en Cristo, es puritanismo dictatorial, pero el amor libertino y la justicia sin noble causa, es cinismo social, imprudente y pecaminoso. Por lo tanto, expongamos al mundo el mensaje íntegro de Jesús, donde el pecado ya ha sido condenado en la cruz, y por medio de la fe todos pueden alcanzar perdón, vida auténtica y libertad. Pero no sólo se trata de exponer un mensaje, también debemos imitar la vida de Jesús, como el acto más elevado de una moral exteriorizada, donde no se desprecia al otro, sino que el otro es alcanzado y abrazado con amor, para que conozca que si Cristo lo libera, será verdaderamente libre (Juan 8:36).

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